¿Por qué el lenguaje de las flores?... El lenguaje de las flores, fué un medio de comunicación en la época victoriana, en donde las flores y los arreglos florales se usaban para enviar mensajes codificados, sirviendo a sujetos para expresar sentimientos que de otro modo nunca se podrían hablar. Es algo que "Federico García Lorca" nos enseña en su obra :Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores. En una época dónde la mujer unica y exclusivamente se preparaba para el matrimonio(labores del hogar, aguja, bordado, alguna clase de música, quizás algún idioma_preferentemente francés).El esparcimiento estaba regido por la discrección, nada de libertad de sentimientos,las madres acompañaban a sus hijas a los parques, para vigilar su moral y coartar su libertad. Flores, abanicos, colores, pañuelos, sombrillas, tarjetas de visita eran elementos utilizados para enviar "mensajes cifrados": aceptar un amor, comprometer una cita a una hora determinada (sin que los demás lo advirtieran). En nuestros tiempos aquello nos parecerá una "cursilería, yo prefiero quedarme con la sensibilidad sentimental y tratar de elaborar "un blog" que no utilizará flores sino palabras y que espero llegue a todos los que se "acerquen" a ÉL. Tesy


miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Llevarse el albornoz de los hoteles es robar?


 A unos les gusta llevarse cosas, y a otros, olvidarse de ellas. Se llevaron un piano de cola, varios relojes antiguos, una nutria disecada, un cerdo de piedra, una pesada chimenea de mármol y hasta una langosta viva.  Dejaron una cabra muerta, un hámster asustado, una urna cineraria, varias dentaduras postizas, pelucas de diversos colores, un loro, periquitos, piernas ortopédicas,  un ojo de cristal, pijamas y ropa interior de ambos sexos, además del kit de bondage, fusta incluida, que olvidó en un hotel de Londres algún huésped amante de la disciplina inglesa.

Con los objetos y la quincalla abandonados en los hoteles se podrían crear varios museos de lo bizarro. Aunque no todo lo que se encuentra es así: algunos hoteles españoles  han montado  bibliotecas con los libros olvidados  por sus huéspedes; y en La Montaña Mágica , un hotel rural de Llanes (Asturias), Carlos Bueno, el propietario, invita a pasar la noche a todo aquel que se presente con una rara edición del célebre libro de Thomas Mann que da nombre su alojamiento.
    La balanza se inclina del lado de los que se llevan a casa un recuerdo sin importancia de su paso por el establecimiento.  La mayoría elige alguna de las amenities que pone a su disposición el hotel.


¿Quién no ha echado alguna vez en la maleta, al dejar la habitación, el frasco de champú, el kit de costura, el peine, el cepillo de dientes, la caja de cerillas, el lápiz, el bolígrafo o uno de esos indescriptibles gorros de ducha con agujeritos que jamás usará? O ese bonito cenicero que tienes ahora mismo delante. No  te sientas culpable, tu  cleptomanía es moderada. Los  hoteles dejan allí esas amenities para que los clientes se las  lleven. No, el secador de pelo no es una amenity. Ni el albornoz.
    Los gadgets electrónicos y las pilas de los mandos a distancia son auténticos hits.  En las piezas de algunas vajillas domésticas y juegos de cubertería bastante completos brillan los anagramas de hoteles de medio mundo. Conozco a un respetable cirujano que, además de un manitas en el quirófano, es un artista escamoteando vasos y jarras de cerveza (no Luis, no eres tú). Su ya ingente colección se surte de hoteles, bares y  restaurantes de los cinco continentes. Hasta la pizpireta y sinuosa Kate Berry reconoce haber hecho travesuras: “Me llevo las almohadas, soy como la princesa del guisante, me gusta dormir blandito” declaró en una ocasión. 
     La picaresca también pasa por rellenar con agua o té las botellitas del minibar, cambiar ajados edredones traídos de casa por otros nuevos (solo hay que cambiar la funda), y hay quien, pertrechado con un destornillador, se ha llevado los picaportes, los toalleros, el secador de pelo, el portarrollos del papel higiénico, lámparas y bombillas, el equipo de música y el televisor. De las mesillas vuelan hasta las biblias de los Gedeones, y eso que en alguna de sus páginas tiene que venir aquello de "No robarás".
Los espacios comunes no se libran. Según el diario británico The Daily Telegraph, los hoteles londinenses gastan una fortuna en adornos florales, convertidos en improvisados regalos de cumpleaños o de aniversario por maridos olvidadizos. Los cuadros que adornan o simplemente cuelgan de las paredes,  tampoco.  Ningún reino de la naturaleza escapa a esta peculiar forma de coleccionismo: durante la celebración de una boda en un cinco estrellas madrileño se esfumó del hall y ante las mismas narices del recepcionista un ficus de más de dos metros de altura, y eso que el macetero debía de pesar lo suyo.
    ¿Dónde acaba el souvenir y empieza el cuerpo del delito? La toalla, ese oscuro objeto de deseo (aunque casi siempre son blancas), marca la frontera entre lo que la dirección del hotel considera normal que el cliente se lleve como recuerdo y lo que ya no le hace tanta gracia. Cientos de miles de toallas desaparecen cada año de los hoteles del mundo, lo que supone un enorme coste para las grandes cadenas, sobre todo desde que subió el precio del algodón con el que se fabrican.
    Las medidas para evitarlo son variopintas. Desde minibares electrónicos que registran los artículos que se sacan del mueble y los cargan automáticamente en la cuenta, a microchips cosidos a las toallas, sábanas y albornoces. En el Reino Unido  han creado la Guest Scan,
http://www.guestscan.co.uk/ una lista negra de los clientes que tienen por costumbre arramblar con el contenido de las habitacioes, y también de los alborotadores. Los datos se guardan entre dos y cuatro años.
     En un  hotel de Tokio se podía  leer este aviso: "Se ruega a los señores clientes que no roben las toallas. Si éste no es su caso, por favor, no lea esta nota". Otros establecimientos son más sutiles y anuncian en el baño: "Si está interesado en nuestros albornoces, puede adquirir uno nuevo en recepción por 50 euros. Si prefiere llevarse el que ha usado, tendremos que cargárselo en la cuenta". Los más imaginativos llegan a estampar en sus toallas y ceniceros con etiquetas como “Robada por cortesía del hotel”. 

Robada por cortesía del hotel”
Hotel-fusion
 Algunos hoteles han tirado la toalla, valga la redundancia. La cadena estadounidense Holiday Inn, que pierde más de medio millón de unidades cada año, declaró en 2008 el Towel Amnesty Day, en el que concedía un indulto simbólico a quienes, a lo largo del más de medio siglo de hitoria de la cadena,  decidieron secarse en casa con alguna de sus toallas. Otros, visto el éxito que tienen sus muebles y complementos, los han puesto a la venta por catálogo. Es el caso de marcas como Ritz-Carlton , Waldorf Astoria Westin , donde te puedes llevar a casa hasta la cama (pagando, claro).

Fuente: blog el viajero astuto. http://blogs.elpais.com/viajero-astuto   autor: Isidoro Merino

He disfrutado muchísimo leyendo esta entrada  del blog "viajero-astuto",por qué  yo, que trabajo  en un "hotel" he revivido  anécdotas  como para escribir un libro.Llevarse dice,  he  sido testigo de la desaparición de mantas y  colchas.... de una televisión de pantalla plana cuándo eran "novedad", imagino que esas cosas las "cambiaran " de sitio metidas en una maleta (maletón) .Los productos de acogida que los clientes  se llevan, está claro que se les  colocan en la habitación para su disfrute y ya   estarán  más que cobrados en el  precio de la misma, pero yo doy fé de como salgo  en más de una ocasión al pasillo  y  veo como algunos clientes  vacian el carro  a dos manos  de  peines, jabones, bolígrafos...(vergüenza  ajena), ¿tan dificil será pedirlo?.También los  hay que  sí que lo piden :"señorita relleneme todos los días que esté la bandeja de productos....es que se lo llevo a mis nietas". Lo bueno de haber quitado de fumar (salvo en lasplantas de fumadores) es que nos hemos librado de reponer los  clásicos ceniceros  de cristal gordo  que también se  llevaban, o te le escondían debajo de la cama, en el altillo del armario....(imaginación).
¿Y el minibar?, este autor dice  "rellenar con agua o té las botellitas del minibar"....jajaja, ya me gustaría a mí saber de dónde sale ese  Té (en verdad se trata de un líquido de ese color pero ....en este hotel  tetera precisamente  no hay)...( más imaginación).

También tengo anécdota de las zonas comunes y en una boda precisamente ,  en este que es un 4 estrellas, aquí desapareció "un candelabro de bronce  de 6 brazos" dejarón la pareja  y es el día de hoy  que nadie sabe cómo se le llevaron por todo lo que  abultaba.El  Hotel tuvo que encargar una réplica, el valor estaba  en lo antigua que era  la pieza.

Yo recomendaría  a cualquier cliente  que se  "parara a pensar"(Sí , eso que no hace todo el mundo,por que uno se cansa,se aburre o las neuronas  no están ejercitadas lo suficiente para ello)     cuánto supone para el Hotel al final  tanto "hurto".En la Hostelería no se respeta el convenio  en la mayoría de  los centros de trabajo , por tratarse  de empresas familiares o pequeñas  y  en tiempos de crísis   más  aún (muchas horas y poco dinero).Es por ello que sería  bueno recapacitar  ¿quién paga realmente tanto despropósito ?.

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